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viernes, 17 de diciembre de 2010

0. Prefacio

¿Recuerdas cómo solías comenzar las mañanas todos los lunes en el colegio? ¿Con tus compañeros, todos formados en el patio, luchando contra el frío y el sueño, cantando la canción nacional? Todos desafinados, cumpliendo un rito que se presentaba como obligatorio pero con el que, a veces, era bastante difícil enganchar. Tratando de cambiar la letra de la canción que se tuviera que cantar con palabras divertidas. En algunos casos había que cantar el himno del colegio, y ahí sí que la cosa era una chacota. Con la canción nacional había más respeto, pero a veces –al menos yo- sentía que algo le faltaba.

Quizás la potencia puesta detrás de nuestro himno patrio no era la correcta. Quizás la versión no era la más apropiada para un lunes en la mañana. Quizás, en otra clave y lenguaje, más cercano al alumnaje, se habría logrado un efecto más… motivante.

Y dado que acá también se está comenzando, que ese comienzo sea con fuerza. Como debería haber sido en esas mañanas escolares de antaño.

¿Cómo se le puede poner más fuerza a la Canción Nacional? Inyectándole potencia rock a la vena. Es absolutamente imposible quedarse inmóvil ante la apabullante versión del himno patrio que Alejandro Silva se despacha en esta versión metal. Apoyado con una energética y efectiva banda, esta interpretación destila potencia. Fuerza pura. Motivación chilena a la vena.

Si bien la versión es más punk que metal (principalmente producto del tempo de la misma) el efecto que logra es el correcto: erizar la piel. Comienza como todos conocemos nuestro himno, con la introducción en vientos, en una versión grabada en un disco de vinilo, hasta con la vibración de la aguja. Tal y como sonaba en el colegio.

Rápidamente se viene algo más: un par de distorsiones eléctricas y un ajuste de bajo mientras aún suena la introducción. Termina ésta, y comienza una batería con fuerza. Y allá va. Una versión reducida, con una sola estrofa y el coro, sin la interpretación vocal de la letra (y ni falta que hace). Solamente la música, con la afilada guitarra eléctrica de Silva haciendo las veces de voz principal. En poco menos de dos minutos, se entrecruzan perfectamente los mundos de los símbolos patrios y de la cultura metal.

Me gustaría, alguna vez, escucharla en vivo, en el Estadio Nacional, antes de un partido de la selección de fútbol. Quizás sería mejor motivación que Chileno de Corazón, el pseudo-himno que sonó hasta el hartazgo en las eliminatorias para el mundial de Francia ’98.

Además de la canción nacional, hay otros temas orientados a despertar a las masas. Temas potentes, con fuerza y empuje. Temas con historia. Temas que no apelan a valores patrios, pero que buscan energizarte de distinta manera. Enganchándote con otras historias. Pero, dado que soy chileno, he comenzado con éste. Otras opciones para el principio, a continuación. Ahora que ya cantaste la canción nacional, por favor, desocupa el patio en forma ordenada, y ve a tu sala. Esta clase está a punto de comenzar.

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