Vistas de página en total

martes, 14 de diciembre de 2010

Una breve introducción (i)

Según los estudiosos, la música ha estado presente en la historia de la humanidad desde hace unos diez mil años: en la antigua China se han encontrado instrumentos de fechas cercanas al año siete mil antes de Cristo. Sin embargo, recién a mediados del siglo pasado -con la masificación de la electrónica y los transistores- la música pasó a ser una presencia constante en la vida del ser humano. Ya sea en la radio, como música ambiente, en reproductores portátiles (primero Walkmans, luego CD players, desde hace unos años aparatos de mp3 y teléfonos móviles, y en el futuro vaya uno a saber qué más), y más recientemente en distintos juegos de video que permiten a cualquier hijo de vecino fantasear con la posibilidad de ser una estrella del rock, la música acompaña en todo momento y lugar. Omnipresente. Inevitable.

Por otro lado, las películas de Hollywood hacen creer –o venden la idea, si se quiere- que la vida necesita una banda sonora, que cada episodio de las historias de cada uno, cada evento que se enfrenta, cada cambio de ánimo, debe tener su propia canción. Lo cual, obviamente, es un tanto difícil (salvo que uno sea Truman Burbank y su vida no sea real, sino un reality show presenciado por cientos de miles de personas).

Difícil resistirse al concepto. Canciones apropiadas para situaciones específicas. Una canción para cada momento y lugar. Música para el romance. Música para el viaje. Música para declararse. Música para estar enojado. Música para esto, música para lo otro.

Además, todo el mundo tiene canciones indisolublemente unidas a sus historias personales. Algunas voluntariamente, otras ni tanto. Justo en el momento en que te pasó algo memorable, escuchaste una canción específica. Era el tema que estaba de moda. Casualmente era la música ambiente que sonaba. Era la “canción favorita de”. Y listo. El vínculo queda establecido y no se disolverá jamás. Quizás por ello odiarás una linda canción que no tiene ninguna responsabilidad en algo que pasó. O quizás amarás una estúpida canción, sólo porque sonó en el momento correcto. Invariablemente, cada vez que escuches esa canción recordarás esa ocasión, esa situación, o esa persona.

Para comenzar, dos ejemplos. Para mí Sweat (A La La La La Long) siempre evocará mi último año en la universidad y mis buenos amigos –y las promesas y los planes- de ese entonces, mientras que Deadbeat Club me llevará a cómo me sentía por allá por 1990, cuando la vida “adulta” recién comenzaba y todo se veía mucho más fácil.

Canciones asociadas a emociones. A recuerdos. A momentos.

Por otra parte, y quizás en más de una ocasión, yendo a enfrentar una situación peliaguda, escuchaste una canción que no era la más apropiada. Con esa música tu motivación se cayó, tus defensas bajaron, y saliste derrotado. O quizás ocurrió todo lo contrario: la música que escuchaste justo antes te dio la motivación extra, te hizo sonreir, y todo resultó tal y como soñábas que resultaría. ¿Coincidencia? ¿Azar? ¿La diosa fortuna?

1 comentario:

  1. Sweat??? ultimo año de universidad??? con promesas y planes?? la pregunta es en que parte de que plaza y con que en las manos se hacian esos planes jajajjajja

    una abrazo amigo...
    Paulo

    ResponderEliminar